- Fundación TOVPIL

- 7 jul 2023
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Salvarse a sí mismo
No hay especialista que pueda salvarme con sus análisis y recetas. La “salvación” es el arte de vivir, y el arte se aprende viviendo, y nadie puede vivir por mí o en lugar de mí. No hay profesional u orientador que sea capaz de infundir en el discípulo el coraje suficiente como para lanzarse por la pendiente de la salvación; es el mismo discípulo quien tiene que sacar desde su fondo ancestral las energías elementales para atreverse a afrontar el misterio de la vida con todos sus desafíos, reclamos y amenazas.

Es uno mismo quien puede y debe salvarse a sí mismo, para adquirir de esta manera la tranquilidad de la mente y el gozo de vivir. Para ello hay que comenzar por creer en uno mismo, y tomar conciencia de que todo ser humano es portador de inmensas capacidades que, normalmente, están dormidas en sus galerías interiores; capacidades por las que, una vez despiertas y sacadas a la luz, el hombre puede mucho más de lo que imagina. Dispone, además, de la maravilla de su mente, grávida de fuerzas positivas a las que puede dar curso libre.
Salvarse significa soltar las energías almacenadas en el interior, que, frecuentemente, están constreñidas, y darles curso libre para el servicio de los demás. Significa, en una palabra, lograr plena seguridad y ausencia de temor; un ir avanzando, lenta pero firmemente, desde la esclavitud hacia la libertad.
Y esta sagrada tarea nadie la hará por mí o en lugar de mí. Yo tengo que ser el “salvador” de mí mismo.
Extraído del libro “Del sufrimiento a la Paz” de padre Ignacio Larrañaga.




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