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PADRE IGNACIO LARRAÑADA
FUENTES ESPIRITUALES
DE PADRE IGNACIO LARRAÑAGA

​Con el propósito de dar a conocer a las futuras generaciones el carisma que Dios ha inspirado a padre Ignacio Larrañaga, y como se fue gestando la riqueza de su legado espiritual, la Fundación TOVPIL desea presentarles una breve reseña de las principales fuentes espirituales que él ha señalado como significativas en el desarrollo de su vida espiritual como sacerdote y maestro de oración.

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Desde muy joven se sentía llamado a una vida contemplativa, a retirarse a vivir en un eremitorio, aspiración que nunca llegó a cumplir a cabalidad porque la vida le fue abriendo caminos muy opuestos a su íntimo anhelo de contemplación. El Señor lo llamaba a estar siempre en movimiento y de cara al pueblo de Dios para anunciarle la buena nueva del amor misericordioso y gratuito del Padre y a eso dedicó toda su vida.

 

Como lo manifestó muchas veces, veía imprescindible cultivar un trato de cercanía y permanente intimidad con un Padre Amoroso, buscándolo tal como Jesús lo había hecho, en el silencio y la soledad, para así nutrido entregar su mensaje de vida y amor.

 

Su alma encontró eco en varios místicos de la oración cristiana, verdaderos modelos de vida santa en la Iglesia, que le sirvieron de inspiración y aliciente para perseguir apasionadamente la figura deslumbrante de Jesús.

 

De cada uno de ellos tomó alguna característica, aquello que mejor armonizaba con su propia experiencia de Dios, para procurar asimilarla a su personalidad. Siempre luchó por actuar con la dulzura de Jesús, pese a su constitución genética impulsiva e impaciente, y logro ir suavizando su carácter a lo largo de los años.

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San Francisco de Asís

San Francisco de Asís, le atrajo particularmente y lo impactó desde muy joven por su espiritualidad pascual, por su amor al prójimo y su fidelidad a la hermana pobreza.

 

El mismo nos dice: “A lo largo de los años al estudiar y leer a Francisco de Asís, meditar y convivir con él, me di cuenta de que mi alma tenía una empatía misteriosamente fuerte con Francisco de Asís y sus ideales fueron también los ideales de mi vida”.

Y fue así que escribió “El Hermano de Asís”, el libro que el padre Ignacio llama “más mío” porque siente que, si bien es una biografía, es a la vez la vida profunda de Francisco, con experiencias que han pasado también por su propia vida. Lo escribió en poco más de dos meses, sin embargo, es fruto de muchos años de “recordar”, vivir y transmitir a san Francisco y la espiritualidad franciscana.

 

Virgen María

En María, La Madre, como gustaba llamarle, resume su personalidad humana y espiritual como “María, la pobre de Dios”. Admira y destaca de ella su fecunda maternidad y su fidelidad al designio de Dios en la oscuridad y el silencio, la pobreza y la humildad. Escribe “El silencio de María” donde nos presenta a la mujer fuerte de la Biblia, con rasgos de ternura, dulzura, pero también de firmeza, valentía y determinación, preguntándose ¿cómo consiguió tal armonía?

 

La grandeza de la Madre está en que cuando no entiende algo ella no reacciona angustiada, impaciente, irritada, ansiosa o asustada. En lugar de eso toma la actitud típica de los Pobres de Dios: llena de paz, paciencia y dulzura se encierra sobre sí misma y queda interiorizada, pensando ¿qué querrán decir estas palabras? ¿Cuál será la voluntad de Dios en todo esto? Así ella se repliega en su interior, y llena de paz, va identificándose con la voluntad desconcertante de Dios, aceptando el misterio de la vida.

 

San Pablo

En su juventud comenzó también a profundizar en las cartas de san Pablo, especialmente las dirigidas a los Efesios, Filipenses y Colosenses las cuales califica como una formidable aventura, un abismo sin fondo donde reluce el Rostro bendito de Cristo, “Él que ha venido”, “El que está viniendo” expresiones que no se contraponen ni se anulan, sino más bien se complementan caminando al unísono hacia la plenitud. En Hebreos admira esa invitación al riesgo, poniendo en crisis muchas veces la propia existencia, aceptando la apuesta de la fe y poniéndose en camino hacia horizontes desconocidos, tal como él mismo lo hizo, pasando por donde el Señor le abría las puertas, sin saber hacia dónde iba…

San Juan de la Cruz

Otro santo determinante en su vida fue, san Juan de la Cruz. En el año 1969 de visita en Duruelo, ora ardientemente por seguir los pasos de este santo, le emociona ver como “se esconde”, como se oculta y se hunde en el silencio; le fascina el que nada le importe, que todos lo olviden, que nadie se acuerde de él, desaparecer para que solo Dios brille. Concluye que, por este camino escarpado y cortado a pique, en la desnudez bíblica de estas dos palabras: SOLO DIOS, en la soledad con el Señor, en la intimidad iluminada por Dios, puede alcanzar este ideal que desea hacer suyo. Desde ahí en adelante, sigue el camino de las nadas. “No me da pena de nada, no me da gloria de nada”, estas palabras constituirán su alimento, fuerza y consuelo hasta el último momento de su vida.

 

Teresa de Ávila

Alguien en su vida a quién tuvo especial admiración, es santa Teresa de Ávila. Estando en Alba de Tormes ante su sepulcro y recordando el infatigable trabajo de esta “fémina inquieta y andariega” se pregunta a sí mismo ¿qué hago yo? Y le confidencia que él quiere llegar a una conversión completa, que le ruegue al Señor alcanzar este sueño, que le dé una fe durísima e inquebrantable, que lo desarraigue de todas las realidades terrestres y humanas. Que lo haga pobre, humilde, limpio y recto. Le pide a santa Teresa que le dé sobre todo su oración aquella donde se quemaban todas las contrariedades y penas. Y la sabiduría de sus inmortales versos: Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta.

 

Charles de Foucauld

Charles de Foucauld, a quién consideraba muy semejante a san Juan de la Cruz, fue otro hombre santo quien le inspiró grandemente. Sus enseñanzas fueron un fuerte estímulo en mantener e intensificar su talante contemplativo y el lugar que ocupó en su vida la práctica de los “desiertos”, llevándolo a reiterados actos de entrega y abandono hasta poder decir frente a cualquier dificultad: “Está bien, Padre, todo está bien”. En estos desiertos de horas a solas con Dios, pudo despojarse de sí mismo en la penas o alegrías, para abandonarse en las manos de un Padre Amoroso.

 

Teresita de Lisieux

Por quién sentía un cariño especial era Teresita Lisieux a la que considera una maestra en la zona de las sequedades y arideces y en cualquiera noche oscura. Y esto no sólo por los análisis simples y dramáticos de sus descripciones sino por la entereza con que las vivió. Le sorprende que todavía antes de tomar el hábito, recién retirada del mundo pueda decir: “Al lado de Jesús, nada, sequedad…sueño”. Le hacía eco a su propia insignificancia personal.

 

Admiraba como ella vivía identificada en Dios, alcanzando una suprema libertad, propia de la infancia espiritual, como relata ella en sus Obras Completas: “Permanecer niño es reconocer su propia nada, esperarlo todo de Dios, como un niño espera todo de su padre, no inquietarse por nada, no pretender fortuna… Ser pequeño significa no atribuirse a si mismo las virtudes que se practican, creyéndose capaz de algo, sino reconocer que Dios pone ese tesoro de la virtud en la mano del niño, pero es siempre tesoro de Dios”.

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Ignacio Larrañaga, un hombre de Dios, capaz de contagiarnos con su fe y esperanza, un verdadero enamorado de Dios, hablaba y nos sigue hablando de Jesucristo con lágrimas en los ojos. Hizo su original recorrido espiritual invitando a millares a buscar el Rostro de Dios, a emprender la aventura de la fe, a dar el gran salto al vacío, en la fe pura, para abandonarse en las manos todo amorosas del Padre.

 

Es así como este ser humano cuyo corazón ardía en el fuego de su amor a Dios, fue tomando inspiración en estos grandes santos y haciendo fructificar los dones que el Señor le otorgó, para crecer espiritual y humanamente, modelando pacientemente su carácter para ser mejor persona, mejor sacerdote, y hermano incondicional de los que sufren.

 

Pasó por el mundo como testigo de Jesucristo, haciendo el bien a millares de personas, y a anunciar lo que él ha “visto y oído” cumpliendo el propio mandato de Jesús: “Vayan y anuncien el Evangelio en toda la tierra”.

 

 

Fundación TOVPIL

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