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Madre de Dios
La doctrina invariable de la Iglesia enseña que Jesucristo es, rigurosamente, Hijo de María. A la manera como cualquiera madre suministra todo al fruto de sus entrañas, María suministró una naturaleza humana, con la cual se identificó el Verbo; y el fruto fue Jesucristo.
Moviéndonos dentro del alcance y significado del dogma elaborado por la reflexión de la Iglesia a partir de los datos bíblicos y definido por el Concilio de Éfeso, María no es tan sólo Madre de Cristo en cuanto hombre, sino también Madre de Jesucristo en cuanto Éste es la persona divina del Verbo. Este es el significado del primer dogma mariano, proclamado con tanto júbilo en Éfeso en el año 431. El Verbo es su Hijo y María es su Madre, lo mismo que las otras madres lo son de la persona completa.

Se quiere decir que esta carne que el Verbo asumió fue “fabricado” por la potencia creadora y directa del Espíritu Santo, y no dentro de un proceso biológico normal. Y avanza el dogma (y la Escritura) afirmando que esta operación creadora del Espíritu Santo se realizó concretamente “en” María y “de” María. En una palabra, en este proceso generatriz de la Encarnación, el Espíritu Santo será, misteriosamente, el agente que portará la potencia creadora, emanada directamente de la fuente del Altísimo.
Extraído del libro “El silencio de María” de padre Ignacio Larrañaga




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