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Novedades Fundación TOVPIL

La fidelidad del Hijo


Respetando el rumbo natural de la historia, el Padre no quiso intervenir en el curso de los acontecimientos para evitar la crucifixión y la muerte del Hijo.


 Pero —digámoslo en un lenguaje humano—, el Padre quedó conmovido por la fidelidad del Hijo, fidelidad expresada en una serie de circunstancias: cuando todo le decía que no, el Hijo dijo sí; cuando tenía más razones para no creer que para creer, el Hijo asintió obsequiosamente; cuando disponía de abrumadores motivos para pensar que bien podía haber sido víctima de una alucinación, el Hijo, sin ver las cartas, mantuvo su apuesta a favor del Padre hasta las últimas consecuencias y contra todas las apariencias.


 Conmovido, pues, el Padre por esta fidelidad del Hijo, trastorna las leyes de la muerte, rescata al Hijo de sus garras y le otorga el señorío, la resurrección y la inmortalidad, dándole un nombre-sobre-todo-nombre, ante el que el mundo entero doblará las rodillas, proclamando hasta el fin del mundo que Jesucristo es el Señor. ¡Grandioso desenlace del drama!


El grano de trigo, muerto y sepultado bajo la tierra ya es espiga dorada meciéndose al viento. De la muerte nace la vida, de la humillación, la exaltación. El Pobre de Nazaret es ahora el Señor Jesús.

 


Extraído del libro “El pobre de Nazareth” de padre Ignacio Larrañaga

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