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Novedades Fundación TOVPIL

La entrada triunfal en Jerusalén


Antes de naufragar en el colapso final, el Padre, su Padre le dio a gustar al Hijo como un anticipo fugaz de su futuro Reino, universal y eterno. Los distintivos de su realeza mesiánica no serán batallones de caballos enjaezados, ni diademas de oro, sino un asno y unos ramos de olivo.


La realeza mesiánica de Jesús, tan obstinadamente encubierta por él durante tanto tiempo, revelada a sus amigos con muchas precauciones y no pocas rectificaciones, debía ser manifestada, al menos una vez, solemne y públicamente, ante la nación entera.

Esta manifestación fue tan humilde como calurosa. Los habitantes de Jerusalén le dieron una recepción clamorosa, incluso cordial, sobre todo aquéllos que estaban informados y conmovidos por lo sucedido con Lázaro. También los discípulos debieron sentirse felices, aunque es posible que su entusiasmo no fuera muy profundo; más bien, debió tratarse de una especie de contagio colectivo debido a la exaltación del pueblo. En suma, el día debió resultar para Jesús una jornada bella y gratificante.


Del libro El pobre de Nazaret de padre Ignacio Larrañaga

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