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Novedades Fundación TOVPIL

 Dolor, camino de sabiduría


Sólo se compadece el que padece, un samaritano, un despreciado, uno que sufre. Frente a la pregunta ¿quién es mi prójimo?, Jesús viene a responder: el amor no es una teoría sino un movimiento del corazón, y sólo al que ha sufrido se le mueve el corazón, se conmueve porque, de alguna manera, al presenciar el dolor ajeno revive su propio dolor. Éste es uno de los frutos positivos que deja el sufrimiento en quien sufre.


Como hemos dicho, es de la sensibilidad y la apertura, de la comprensión y de la inclinación hacia los que sufren de donde se origina la preciosa palabra “misericordia”, que indica estremecimiento o sensibilización del corazón. Y de esto se trata, antes de mover los brazos es necesario que haya un movimiento del corazón, una donación desinteresada del yo, una inclinación de todo el ser como en el caso del samaritano. El que está familiarizado con el sufrimiento no podrá darse el lujo de pasar de largo.


Y por eso, naturalmente, estamos diciendo que el sufrimiento produce en la humanidad un gran movimiento de Pascua, saca a las personas de sus posiciones egocéntricas hacia los demás atribulados como en una cruzada general de solidaridad. Por esta razón el Concilio Vaticano II dirá también que el cristiano no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega de sí mismo a los demás.


Del libro “El Arte de ser feliz” de padre Ignacio Larrañaga

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