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La ternura divina


Hay en el libro de la Sabiduría un fragmento enternecedor que sintetiza el espíritu del Salmo 103: “Te compadeces de todos porque todo lo puedes, y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres, y nada de lo que hiciste aborreces; pues si algo odiases, no lo hubieras creado. Mas Tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida” (Sab 11,23-26).


El perdona y ama, y no puede dejar de amar. Repetimos: ante la miseria moral y la fragilidad humana, Dios en lugar de sentir rencor y cólera, siente piedad y compasión. Y no podía ser de otra manera porque nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos, y por eso nos comprende y perdona más fácilmente que nosotros, a nosotros mismos.

De donde deducimos ¡qué sabio y realista es el contenido de la revelación de Jesús! cuando dice que los últimos serán los primeros, que los pobres son especialmente amados, que los heridos y pecadores se llevan las preferencias y cuidados del Padre y que, en fin, el Papá-Dios vuelca todo su cariño sobre la resaca humana que deja el río de la vida. Y que, cuanta más miseria, mayor ternura, porque, al final, sólo el amor puede sanar la miseria. ¡Cuánta sabiduría!


Del libro Salmos para la vida del padre Ignacio Larrañaga

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