La pedagogía divina
Al caminar por los senderos de la Biblia nos encontramos frecuentemente con un hecho singular: el punto de partida desde donde se levanta y asciende a Dios el corazón humano es el nivel cero.
Cuando se ha tocado el fondo de la indigencia, y no resta ni un adarme de esperanza humana; cuando conocemos y reconocemos nuestro desvalimiento, y no queda asidero alguno donde agarrarse, porque todas las vigas de sustentamiento crujen y ceden, entonces, Dios se levanta, en medio del camino, como la única columna de seguridad.
La eterna tentación nuestra es la idolatría. Cualquier criatura: éxito, fuerza, poder y juventud, dinero, belleza, todo nos seduce, y nos dejamos seducir, doblamos las rodillas, y adoramos.
Es difícil, por no decir imposible, dedicar la devoción y el tiempo a varios dioses simultáneamente. Sólo cuando el gusano roe las entrañas de los ídolos, los sueños huyen y se alejan, los muros se vienen abajo piedra a piedra, y quedamos desnudos y desarmados a la intemperie, sólo entonces el hombre está en condiciones de adorar. Sólo entonces es cuando Dios se levanta como consistencia, firmeza y perennidad.
Los pobres, y sólo ellos, tienen las puertas abiertas al asombro y la adoración.
Extractado del libro Salmos para la vida de padre Ignacio Larrañaga