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Novedades Fundación TOVPIL

La acción del Espíritu Santo en María


El Espíritu Santo fue portador de la fuerza creativa del Todopoderoso para formar una sustancia corporal en el seno de María. La acción del Espíritu Santo no se limitó a formar inicialmente el embrión. Así, pues, una vez que el embrión podía vivir por sí solo y transformarse en un organismo humano, el Espíritu Santo no se retiró como quien ha cumplido su misión, sino que acompañó con su influjo durante todo el proceso de gestación.


Pues bien, aquí nos encontramos con un misterio ante el cual la imaginación humana se pierde. María recibió, digamos así, la sustancia personal del Verbo Eterno, segunda persona de la Santa Trinidad; y recibió al mismo tiempo al Espíritu Santo, sustancialmente también, no en sus efectos como sucedió en el día de Pentecostés.

“En” María, en estos nueve meses, el Padre fue Paternidad, es decir, continuó su eterno proceso de engendrar al Hijo. Este —que era propiamente Filiación— continuó a su vez en el proceso eterno de ser engendrado. Y de la proyección de ambos sobre sí mismos nacía el Espíritu Santo. Desde siempre y para siempre había acontecido lo mismo: en el circuito cerrado de la órbita intratrinitaria se desenvolvía una fecunda corriente vital de conocimientos y amor, una vida inefable de caudalosa comunicación entre las tres personas. Pues bien, todo ese enorme misterio se desarrollaba ahora en el marco limitado de esta frágil gestante. El Misterio Total y Trinitario envolvía, penetraba, poseía y ocupaba todo en María.



Extractado de El Silencio de María del padre Ignacio Larrañaga

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