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Novedades Fundación TOVPIL

Jesús, humilde y suave


Perdonar como Jesús perdonó a Judas, a Pedro, al ladrón, a los sanedritas, al agresor de la casa de Anás.


Humilde como Jesús, que rehuía la publicidad al sanar a los enfermos, al multiplicar los panes, al descender del monte de la transfiguración.


Como Jesús cuando era calumniado delante de Caifás y Pilato: “¿No te defiendes de lo que éstos te acusan?”, Jesús no respondió una sola palabra (Mateo 27, 14). Como Jesús, que se dejó “manipular” por el tentador, sin quejarse (Mateo 4, 1-11).


Ser suave como Jesús, que no disputó ni vociferó; nadie escuchó sus gritos en las plazas (Mt. 12, 15). Sin preocuparse de sí mismo y preocupándose de los demás.

Como Jesús ante las turbas hambrientas (Juan 6, 1-16), con los apóstoles en el huerto, con Pedro (Lucas. 22, 51), con las piadosas mujeres, con el ladrón (Lucas 23, 39), con su madre al pie de la cruz (Juan 19, 25). Nunca se preocupó de sí mismo, sin tiempo para comer, sin tiempo para dormir, sin tiempo para descansar (Marcos. 1, 35; 2, 7).


Debió emocionar tan profundamente este amor de Jesús, que los testigos nos transmitieron ese recuerdo, grabado en frases lapidarias: “Dios ha amado tanto al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito” (Juan 3, 16); “Él me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gálatas 2, 20); ha habido en los últimos tiempos una explosión “de la benignidad y amor de nuestro Salvador a los hombres” (Timoteo 3, 4).


Extraído del libro “Muéstrame tu rostro” de padre Ignacio Larrañaga

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