- Fundación TOVPIL
- 18 jul
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El Hijo, retrato de la Madre
María, en el momento decisivo de su vida, resolvió su destino con la palabra hágase (Lc 1,37). Jesús, llegada “su Hora”, resolvió el destino de su vida y la salvación del mundo con la misma palabra hágase (Mc 14,36). Esta palabra simboliza y sintetiza una vasta espiritualidad que abarca la vida entera con sus impulsos, y compromisos en la línea de los Pobres de Dios.
Cuando María quiere expresar su identidad espiritual, su “personalidad” ante Dios y los hombres, lo hace con aquellas palabras: soy una esclava del Señor (Lc 1,38). Cuando Jesús se propone a sí mismo como una imagen fotográfica, para ser copiado e imitado, lo hace con las palabras “manso y humilde” (Mt 11,29). Según los exégetas, las dos expresiones tienen un mismo contenido, dentro una vez más de la espiritualidad de los Pobres de Dios.

María afirma que el Señor destronó a los poderosos y encumbró a los humildes (Lc 1,52). Jesús dice que los soberbios serán abatidos y los humildes, exaltados.
La Madre fue una excelente pedagoga, y su pedagogía consistió no en muchas palabras sino en vivir con suma intensidad una determinada espiritualidad, con la cual quedó impregnado su Hijo desde niño, y que, en fin, el Evangelio es en general un eco lejano de la vida de María.
Extraído el libro” El Silencio de María” Capitulo IV, págs. 148 y 149
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