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Novedades Fundación TOVPIL

El Encuentro en la oración


La oración de intercesión, también la de alabanza, se hallan pobladas de gentes: roguemos por los enfermos, los misioneros...En la adoración desaparece todo el mundo y quedamos solos Él y yo. Y si no conseguimos quedarnos a solas, El y yo, no hay encuentro verdadero. Podría estar yo en una asamblea orante, entre cinco mil personas donde todas oran y aclaman. Si yo, en mi última instancia y estancia, no quedo a solas con mi Dios, como si nadie respirara en el mundo, no habrá encuentro real con el Señor.


Comencemos diciendo que todo encuentro es intimidad, y toda intimidad es recinto cerrado. Todo lo decisivo es solitario. Las grandes decisiones se toman a solas; se muere solo, se sufre solo; el peso de una responsabilidad es el peso de una soledad, el encuentro con el Señor se consuma a solas, aun en la oración comunitaria.


El encuentro es la convergencia de dos “soledades”.

 

He aquí el gran desafío para lograr el encuentro de adoración: llegar, a través del silencio, a mi soledad y a la “soledad” de Dios. Y a fin de conseguir esto, acallar (aislarme, desligarme) los clamores de fuera, los nerviosismos, las tensiones y toda la turbulencia interior hasta percibir, en pleno silencio, mi propio misterio. Y, en segundo lugar, sobrepasar el bosque de imágenes, conceptos y evocaciones sobre Dios y quedarme con el mismísimo Dios, con el misterio, en la pureza total de la fe.

 

Extraído del libro “Muéstrame tu Rostro” de padre Ignacio Larrañaga

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