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Novedades Fundación TOVPIL

Del Siervo Jesús al Señor Jesús


La historia no ha concluido; más bien, todo comienza ahora. La muerte no tuvo su última palabra sobre el Pobre de Nazaret. Por el contrario, fue él quien, entregándose voluntariamente a la muerte, la doblegó y le arrancó su aguijón más temible.


No hay afirmación tan categóricamente reiterada en el Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en los documentos apostólicos, como ésta: Cristo ha resucitado de entre los muertos.


Con otras palabras: la resurrección de Jesús no es un dogma que nació en el seno de la Iglesia, sino que la Iglesia misma nace en torno a esta fe en el Resucitado. Sin esta certeza, jamás se habrían puesto en camino semejantes caravanas históricas siguiendo los pasos de Jesús.

Tenían una absoluta seguridad de que se habían encontrado con Jesús resucitado; y esto era algo incuestionable, una certeza inmediata, vivencial, de quien ha tenido una experiencia marcante, que no necesita explicaciones ni justificación alguna; que habían entrado en una relación personal con él, una relación a niveles profundos de fe, adhesión y compromiso, y que, a través de esa relación, habían recibido un entusiasmo, una vitalidad, un fuego que les hacía ver con toda claridad que Jesús había triunfado para siempre sobre el odio, la injusticia y la muerte.


Jesús, resucitado y viviente, es la razón última de la comunidad de los discípulos, la Iglesia, en su expansión trans-histórica universal.


Extraído del libro “El pobre de Nazaret” de padre Ignacio Larrañaga

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