- Fundación TOVPIL

- 9 dic 2022
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Abrirse a Dios
Cuando el hombre abre sus espacios interiores a Dios, en la fe y en la oración; cuando siente que sus soledades interiores quedan inundadas por la Presencia divina; cuando percibe que su desvalimiento e indigencia radicales quedan contrarrestados por el poder y la riqueza de Dios; cuando el hombre experimenta vivamente que ese Señor, que llena y da solidez, además de todopoderoso, es también todo cariñoso; que Dios es “su” Dios, el Señor es “su” Padre; y que su Padre lo ama, y lo envuelve, y lo compenetra, y lo acompaña; y que es su fortaleza, su seguridad, su certidumbre y su liberación..., entonces, díganme, ¿miedo a qué?

Si el Señor es mi fuerza y mi salvación, ¿temer, a quién? Si el Señor es la defensa de mi vida, ¿temblar, ante quién? (v. 1). El miedo ha desaparecido porque la soledad ha quedado poblada por Dios. Y, en este momento, el hombre comienza a participar de la omnipotencia de Dios: ni la vida, ni la muerte, ni la mentira, ni la calumnia podrán causarme el más pequeño rasguño. Es, pues, el hombre, a partir de ese momento, hijo de la omnipotencia, invulnerable ante los peligros y amenazas.
Extractado del libro “Salmos para la Vida” de padre Ignacio Larrañaga




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