La oración del Hermano Francisco
Su trabajo cotidiano era trascender la evocación y quedarse con el Evocado mismo, estableciendo la relación quieta, inefable e identificante yo-Tú. Se sentaba contra la pared de la gruta, se encorvaba hasta apoyar la frente sobre sus rodillas, y asà permanecÃa absolutamente quieto durante varias horas. Al principio, repetÃa vocalmente alguna expresión fuerte dirigida a Dios. La frase iba desvaneciéndose progresivamente hasta que su boca quedaba en completo silencio. SeguÃa, no obstante, comunicándose mentalmente hasta que también la mente callaba.
El Hermano entraba en la última estancia de su ser y ahÃ, en ese recinto cerrado, Francisco se abrÃa a Dios y Dios se abrÃa a Francisco. Francisco acogÃa al Dios que se le abrÃa y Dios acogÃa al Francisco que se le entregaba. Francisco establecÃa una corriente atencional y afectiva con el Señor Dios vivo y verdadero en una total apertura mental, en la fe y en el amor.
Todas las energÃas mentales de Francisco salÃan de sà mismo, se proyectaban en Dios y quedaban en Él. Y todo Francisco quedaba compenetrado con el Señor, concentrado, quieto, paralizado en Él y con Él, en una quietud dinámica y en un movimiento quieto.
En un acto simple y total, todo Francisco se sentÃa en Dios, con Dios, dentro de Dios, y Dios dentro de Francisco. Era una vivencia inmediata de Dios, una vivencia densa, penetrante y posesiva, sin imágenes, sin pensamientos determinados, sin representación de Dios: no habÃa necesidad de hacer presente al que ya estaba presente.
Extractado del libro El Hermano de AsÃs de Padre Ignacio Larrañaga
Capitulo sexto. La última canción. Subtitulo En el seno de Dios (es el 3er subtitulo)