top of page

Novedades Fundación TOVPIL

La gran pascua franciscana


"¿Quién eres Tú y quién soy yo?" —repetía Francisco toda la noche.

¿Pregunta? Es otra cosa que pregunta. ¿Afirmación? Es más que afirmación. Es admiración, sorpresa, júbilo, anonadamiento. Es el vértigo sagrado, vivencia imposible de describir.


Francisco se asomaba al precipicio de cuarenta metros que tenía a sus pies, al fulgor de la luna. Sentía una sensación extraña y contradictoria; el abismo lo cautivaba como si le gritara: ¡Salta! Pero otra fuerza lo arrastraba al mismo tiempo hacia atrás. Era el vértigo.


Cuando Francisco acababa por aceptar gozosamente que “Dios-es”, lo que ocurría todas las noches, entraba en una especie de embriaguez telúrica y la vida se le tornaba en omnipotencia y plenitud, participando de la eterna e infinita vitalidad de Dios y convirtiendo al Hermano en el cantor de la novedad más rotunda y absoluta: “Dios-es”. ¿Quién eres Tú y quién soy yo?

Al aceptar gozosamente que “Dios-es” y yo no soy, quedaba franqueada aquella distancia. Y en ese momento la distancia y la presencia se fundían. Francisco era el hombre seducido por el abismo de Dios. Por otra parte, era el hombre golpeado y vencido por el peso de la Gloria. Francisco estaba siempre sorprendido. Dios, para él, era una eterna novedad. Siempre cautivado: salido de sí mismo y volcado sobre el Otro. Un hombre esencialmente pascual.


De aquí parte la gran pascua franciscana. el Hermano siempre en tensión y apertura, en estado de salida hacia el Admirable. Cuando su alma "sale" hacia Dios, sólo tiene palabras monótonamente repetidas, definitivamente incapaces de conceptualizar lo que vive: "Altísimo, santísimo, omnipotente, vivo, sumo, grande, verdadero, glorioso, eterno, justo, bueno, recto, divino, loable, admirable, bendito, inmutable, invisible, inenarrable, inefable, ininteligible, sublime, excelso".


Del libro “El hermano de Asís” de padre Ignacio Larrañaga

bottom of page