- Fundación TOVPIL
- 28 ene 2022
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Tu rostro busco, Señor
Dice el salmista: “Oigo en mi corazón: buscad mi Rostro. Tu Rostro buscaré, Señor, no me escondas tu Rostro”. Precisamos: Dios no tiene rostro. Este término, rostro, tan repetido desde los días de Moisés, como la expresión de la intimidad más entrañable, quiere indicar, hace referencia, una vez más, a la presencia divina, al Dios personal, vivo y verdadero, a Dios mismo, percibido vivamente en la fe y en la oración.

Volvemos a insistir: el Señor será el vencedor de la soledad y el liberador de las angustias, en la medida en que sea el Dios viviente en el fondo de mi conciencia. La única condición para que Dios sea verdaderamente mi liberador es ésta: que no sea (Dios) una abstracción teórica, un entresijo de ideas lógicas para hacer acrobacias intelectuales, sino que sea, dentro de mí, una persona viviente: padre, madre, hermano, amigo, mi Dios verdadero. A esta realidad, por llamarla de alguna manera, la llamamos rostro.
Y el salmista, sabe por experiencia que ese Rostro es la clave de todo bien, fuente de fuerza y transformación, así como de plenitud existencial.
Pág. 63 capitulo 4 salmo 27/26 sub título, Tu rostro busco, Señor
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