top of page

Novedades Fundación TOVPIL

Peregrinos de la Fe


Somos una fuerza profunda que, siempre inquieta, suspira y aspira por el Eterno. Somos un pozo infinito que infinitos finitos nunca llenarán; sólo un infinito lo conseguiría.


Cuarenta minutos de oración es esa superpotencia puesta en marcha que pretende poseer a Dios. El alma avanza en la unificación con Dios, tratando de asirse, adherirse, poseerlo… para, finalmente, ajustarse en él y descansar. En un momento dado, al llegar al umbral de Dios, cuando el creyente tiene la impresión de que el objetivo está al alcance de la mano, Dios se desvanece como un sueño y se torna en ausencia y silencio. Es como un rostro perpetuamente fugitivo e inaccesible que aparece, desaparece, se aproxima, se aleja, se concretiza, se esfuma… Y queda con un regusto de frustración; la aventura se transforma, con frecuencia, en desventura, y la fe, en un drama.

Entonces, surge el fenómeno de la nostalgia, que convierte al creyente en un desterrado. Sí, igual que un expatriado que siempre suspira por la patria, el creyente es devorado por el anhelo del infinito. Siempre parte de nuevo en su busca. Nunca lo encuentra cara a cara. No lo puede poseer. Por eso, hablamos de la peregrinación de la fe. El que busca camina. El que siempre busca y nunca encuentra –encontrar en el sentido de poseer– es un eterno caminante. La fe, por lo tanto, es una peregrinación, un siempre salir, una odisea, un éxodo interminable. Moriremos en el camino sin llegar al descanso. La llegada será el descanso.


Del libro Dios Adentro de padre Ignacio Larrañaga

bottom of page