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Novedades Fundación TOVPIL

La solución a la rutina


Concretamente, ¿Qué hacer para que el rezo de los Salmos sea un surtidor inagotable de vida? ¿Qué hacer para que esas palabras (de los Salmos) no se “gasten” con el uso diario? ¿Qué hacer, en fin, para que la Liturgia de las Horas sea la mesa en la que se nutra y robustezca la amistad de los consagrados con el Señor?


El primer enemigo que nos sale al encuentro es la rutina. ¿Cómo nos las arreglamos para dejarla fuera de combate? Y, en primer lugar, ¿En qué consiste la rutina, ¿cómo nace y cuál es su naturaleza?


Contra todas las apariencias, podría yo afirmar que la causa radical de la rutina no es la repetición. Entre dos personas que se aman locamente, la frase “te quiero”, repetida cinco mil veces, probablemente tenga más contenido y vida la última que la primera vez. Cinco mil días vividos junto a la persona a la que se ama mucho, el último día esa persona despertará más emoción que el primero. Dicen los biógrafos que San Francisco de Asís repetía una y otra vez durante toda la noche: “Mi Dios y mi Todo”. Es probable que, a la alborada, al decirla por última vez, esa expresión tuviera para él más sustancia que la primera.


La solución profunda y el secreto verdadero está siempre dentro del hombre, y la solución a la rutina, esto es, la novedad, debe surgir desde adentro. Un paisaje incomparable, contemplado por un espectador triste, siempre será un triste paisaje. Para un melancólico, una espléndida primavera es como un lánguido otoño.


Al final, lo que importa es la capacidad de asombro; es esa capacidad la que viste de vida las situaciones reiteradas, y la que pone un nombre nuevo a cada cosa; y, a una misma cosa, percibida mil veces, le pone mil nombres distintos. Es la recreación inagotable. El problema está, pues, dentro.


Un Salmo, rezado por un corazón vacío, es un Salmo vacío, por muchas añadiduras y condimentos que se le agreguen. Un Salmo, resonando en un corazón henchido de Dios, queda cuajado de presencia divina, y cuanto más colmado esté el corazón de amistad divina, más se poblarán de Dios cada una de sus palabras.


Extraído del libro “Salmos para la Vida” de Padre Ignacio Larrañaga

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