- Fundación TOVPIL

- 11 mar 2022
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La bandera del Amor
¿Quién es más fuerte: el fuego o el agua? —preguntó el Pobre—.
La apariencia responde: ¡el fuego!, porque el fuego arrasa, quema, incendia y no deja a su paso ser viviente. Pon, sin embargo, en orden de batalla a esos dos elementos, y verás cómo el agua triunfa sobre el fuego, y la paz sobre la guerra, y el perdón sobre la venganza. Las vestiduras con las que se ceñirá el Enviado son la mansedumbre, la paciencia, la humildad; y éstas tres, a su vez, tejen una sola vestidura: la fortaleza.
Nuestros días están contados, pero los días del Padre son eternos; por eso, no tiene prisa. Él, con su paciencia eterna, consigue más que nosotros con nuestros rayos de cólera. En el fondo, se trata de un tremendo equívoco: queremos echar a andar la maquinaria de la furia, gritando: arrasemos, arranquemos el mal acabando con los malos.

En el fondo no hay sino una sola cosa: la incapacidad de amar. Por eso, echamos mano tan rápidamente del rayo y de la cólera sagrada, por nuestra incapacidad para amar, para vencer el mal con el bien. ¿Qué gracia tiene amar a los amables? Si no somos capaces de enfrentar el mal con el bien, ¿cuál es nuestro mérito y nuestra razón de ser? El Padre me ha encomendado que eche a rodar por el mundo la maquinaria de la bondad, y que clave sobre la cúspide del mundo la bandera del amor. Y ha terminado diciéndome que el mundo sólo se salvará con un diluvio de amor.
Del libro El pobre de Nazaret de padre Ignacio Larrañaga




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