Hacia el interior
Un poema oriental dice así:
“Dije al almendro:
hermano háblame de Dios.
Y el almendro floreció”
Sin embargo, el Rostro no florecerá tan fácilmente. Ese Rostro bendito está cubierto de densas neblinas, siempre lejos, allá en el mar del tiempo. Necesitamos hacernos a la vela y remar sin tregua entre las hostiles olas de la dispersión, distracciones y sequedades; avanzar siempre mar adentro del silencio con la ayuda de métodos psicológicos, para dar alcance al centro que concentrará y aquietará todas las expectativas del corazón.
Del libro “Muéstrame tu Rostro” de padre Ignacio Larrañaga