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Novedades Fundación TOVPIL

Cuanto más se ora, más se quiere orar


Toda potencia viva es expansiva. El hombre, a nivel simplemente humano, es una tensión interior que le hace aspirar hacia lejanías inalcanzables; cualquier meta lograda lo deja como un arco tenso, siempre insatisfecho. ¿Qué es la nostalgia? Una búsqueda interminable de una plenitud que nunca llegará.

En medio de la creación, el hombre aparece como un ser extraño, algo así como un “caso de emergencia”: posee facultades que fueron estructuradas para tal o cual función; cumplida la función, conseguido el objetivo, siente que algo le falta.


A nivel espiritual, según el pensamiento de san Agustín, somos como una saeta disparada hacia un Universo (Dios) que, como un centro de gravedad, ejerce una atracción irresistible sobre nosotros, y cuanto más nos aproximamos a ese Universo, mayor velocidad adquiere. Cuanto más se ama a Dios, más se le quiere amar. Cuanto más se trata con El, más ganas entran de tratarlo.


La velocidad hacia Él está en proporción a la proximidad de Él. Sin darnos cuenta, debajo de todas nuestras insatisfacciones corre una corriente que se dirige hacia el Uno, el único Uno capaz de concentrar nuestras fuerzas del y de aquietar nuestras quimeras.


“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma tiene sed de ti,

mi carne tiene ansia de ti

como tierra reseca, agotada, sin agua” (Sal. 62).


Extractado del libro “Muéstrame tu Rostro. Hacia la intimidad con Dios” de Padre Ignacio Larrañaga

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